Agatha Christie: Matar es fácil

Agatha Christie: Matar es fácil | Una nota de color

Matar es fácil fue publicada en 1939. Contaba la aventura de Luke Fitzwilliam, un ex policía que acababa de regresar a Inglaterra después del servicio colonial. Fitzwilliam lucía, escribió Agatha Christie, «piel morena». En el tren conoce a la señorita Pinkerton, quien le cuenta que en Wychwood-Under-Ashe, su pueblo, se han cometido diversos crímenes y que el asesino no va a parar. Al día siguiente Fitzwilliam descubre que ha habido otro muerto en el pueblo y que la señorita Pinkerton murió atropellada por un vehículo.

Como casi todas las obras de Agatha Christie, Matar es fácil ha sido llevada al cine y a la televisión en más de una ocasión. Incluso la ha protagonizado (en TV) la célebre señorita Marple. En el caso presente, y en un mundo que presume de supertolerante, el joven Fitzwilliam, ex policía de «piel morena», se convierte en un joven nigeriano de pleno derecho, con unas raíces bien africanas. La acción se ha trasladado a 1954 y se habla de la próxima independencia de Nigeria. El misterio no cambia demasiado.

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El original guion es obra de Siân Ejiwunmi-Le Berre, británica de padre nigeriano, y está  dirigida por Meenu Gaur, hindú afincado en Gran Bretaña. La principal pega de esta producción es que la conversión de Fitzwilliam en un nigeriano en vísperas de la independencia de su país abre muchas líneas temáticas interesantes que no llegan a nada. Se trata de un thriller más, cerrado en el mejor estilo Agatha Christie. La presencia de un actor de color no aporta más que una nota que suena a falso. Por lo demás, si a uno le gustan las novelas de esta escritora, se trata de una adaptación menor, agradable de ver, aunque la dirección es nerviosa y, salvo el primer episodio, da impresión de apresuramiento.

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