José M. García Pelegrín, autor de La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler

"En todas las épocas ha habido personas con la suficiente valentía de alzarse en pie"

Sophie Scholl. Los últimos días (2005)
Sophie Scholl. Los últimos días (2005)

José M. García Pelegrín, autor de La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler

José M. García Pelegrín | La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler es el título del libro que acaba de editarse en España (Libroslibres). Su autor es el español José M. García Pelegrín, afincado en Alemania desde hace muchos años. García Pelegrín estudió Historia en la Universidad de Colonia, en la que también se doctoró. Traductor profesional especializado en arte, es también periodista y crítico de cine.

José M. García Pelegrín, autor de La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler
José M. García Pelegrín, autor de La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler

– José M. García Pelegrín, hace poco se estrenó en España Sophie Scholl. Los últimos días. ¿En qué se diferencia su libro de la película?
Es una cuestión de perspectiva: La película de Marc Rothemund y Fred Breinersdorfer se centra de modo consecuente en la única componente femenina de la «Rosa Blanca», Sophie Scholl, y particularmente en el interrogatorio al que se ve sometida por un agente de la Gestapo. Mi libro procura dar una visión general de ese grupo de estudiantes. Además me he centrado fundamentalmente en las «Hojas» que escribieron y difundieron. Por tanto, en mi libro los protagonistas principales son los autores de tales «Hojas», Hans Scholl y Alexander Schmorell y, en el último tramo, el profesor Kurt Huber.

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– Al referirnos a la «Rosa Blanca» hablamos de «movimiento» o «grupo»; pero leyendo el libro se tiene la sensación de que no se trató de un grupo compacto.
Efectivamente, no era ningún movimiento compacto. Era más bien un grupo de amigos y de personas con las mismas ideas, que se preguntaron a sí mismos qué hacían ellos, dentro de sus limitadas posibilidades, por oponerse a un régimen que consideraban ilegítimo, atentador contra los derechos humanos. Eran conscientes de que la responsabilidad siempre es personal y se sintieron interpelados en sus conciencias, además de sentir responsabilidad de cara al futuro, como dejaron bien claro en una de sus Hojas: «El nombre alemán permanecerá para siempre mancillado si la juventud alemana no se alza para vengar y expiar al mismo tiempo; para aniquilar a sus opresores y construir una nueva Europa espiritual».

– ¿Cómo se les ocurrió la idea de elaborar esas Hojas?
Primeramente, hay que tener en cuenta que se trataba de estudiantes, por lo que su única arma consistía en la palabra. Hay un hecho concreto que puede suponerse el origen de la idea: la hermana mayor de Hans y Sophie, Inge Scholl (fallecida en 1998), narraba cómo un día, a finales de 1941, en el buzón de su familia aparecieron unas hojas anónimas que reproducían las homilías del cardenal August Graf von Galen -beatificado por la Iglesia Católica en octubre de 2005-, condenando la eutanasia practicada por los nacionalsocialistas. Según Inge, Hans refirió: «Por fin alguien con valentía para hablar. Lo que tendríamos que tener es una multicopista». Se desarrollara exactamente así la anécdota o no, cosa que en la literatura está controvertida, lo cierto es que para Hans las hojas con las homilías del «León de Münster» supusieron un detonante.

– Leyendo las Hojas (el libro las reproduce) , sobre todo las cuatro primeras, llama la atención el gran bagaje cultural de estos chicos y la hondura de sus planteamientos filosóficos y religiosos.
Todos ellos habían leído mucho; en Múnich, mientras cursaban la carrera, entraron en contacto con un grupo de intelectuales católicos como Carl Muth y Theodor Haecker, que supieron encauzar esas lecturas. Con ellos estudiaron obras de literatura, pero también de filosofía y teología, de San Agustín y Tomás de Aquino. Aunque algunos de los miembros del grupo, como Willi Graf, estaban muy enraizados en el catolicismo tradicional, la mayoría se caracterizó por su búsqueda de respuesta a las cuestiones fundamentales de la existencia. En este contexto resulta significativo que Christoph Probst, que había crecido en un ambiente alejado de la religión, pidiera ser bautizado pocos momentos antes de ser ejecutado. En el caso de Sophie Scholl se puede seguir con gran detalle, a través de su correspondencia y de su diario, el proceso de búsqueda de Dios: se aprecia una crisis religiosa justo en los años anteriores, de la que salió muy madura interiormente.

– Asombra la entereza con la que estos chicos se enfrentaron a la muerte…
Resulta esclarecedor el testimonio del abogado de Alex, quien en la última conversación le confió: «Estoy convencido de que mi vida, por muy corta que parezca, ha de finalizar en esta hora, porque ya he concluido mi misión. Si me liberaran ahora no sabría qué hacer en este mundo». Poco antes, en su última carta, había escrito: «Según la voluntad de Dios, hoy acabaré mi vida terrena, para entrar en otra nueva que nunca terminará». Esa firme esperanza les dio fuerzas; pero también el hecho de que habían cumplido una misión, de que habían seguido los dictados de su conciencia. Sigue Alex: «Me voy siendo consciente de que he servido a mis firmes convicciones y a la verdad». El mismo tenor se aprecia en los testimonios que han quedado de todos los demás.

– Vivimos unos días en los que, con frecuencia y de manera apresurada, se mete en el saco de los fundamentalistas religiosos, a cualquiera que defienda unos ideales o unos derechos. ¿Eran estos chicos unos fanáticos?
Eran jóvenes normales y corrientes, amantes de la vida. Por eso me parece muy acertada la primera secuencia de la película Sophie Scholl, en la que la vemos oír música, reírse y tatarear la canción que está escuchando con una amiga. Sophie era una muchacha menuda y poco llamativa, pero poseía una gran personalidad; para apreciarlo es suficiente leer la correspondencia que mantuvo con su novio Fritz Hartnagel (editada el pasado año), sobre el que ejerció una gran influencia. Años más tarde de la muerte de Sophie, este escribirá: «¿Dónde estaría yo hoy si no me hubiera dejado llevar por Sophie? No me avergüenzo de reconocer que fue una muchacha la que me hizo cambiar casi completamente». Hay que tener en cuenta que él era todo un oficial del Ejército y ella una muchacha de apenas veinte años. Y Hans Scholl tenía un carácter arrollador; era un líder nato: allí donde iba, siempre acababa «mandando»; por no referirme al gran éxito que tenía con el sexo femenino. No es fácil contar las novias que tuvo…

– ¿Podría decirse, por tanto que los móviles que les impulsaron no fueron principalmente de carácter político?
Recuerdo una conversación que mantuve con el guionista de la película Sophie Scholl, Fred Breinersdorfer. En el filme, durante el interrogatorio (basado fundamentalmente en las actas auténticas, pero en parte también ampliado por el guionista), Sophie responde al oficial de la Gestapo que ella no se interesa por política. Le comenté a Fred que me parecía muy acertado que hubiera introducido este diálogo; porque era cierto: su oposición no fue política, sino de carácter humano y religioso. Y me contestó: «Es verdad; no había caído en qué razón tenía cuando lo decía». Cuando, en la cuarta Hoja, escribieron: «quien hoy en día todavía duda de la existencia real de los poderes demoníacos, no ha comprendido el trasfondo metafísico de esta guerra» no estaban haciendo una frase bonita, sino expresando su repulsa del nacionalsocialismo como movimiento fundamentalmente anticristiano y, en el fondo, ateo.

– Sin embargo, hubo también otros movimientos de resistencia contra los nazis de carácter muy diferente…
Por supuesto; los móviles para la oposición variaban mucho: desde la «Rosa Blanca» y la «Bekennende Kirche» (en el seno de la Iglesia evangélica) hasta los comunistas de la «célula roja»; también cabe resaltar grupos un tanto anárquicos o ácratas, como los «Swing Kids» o los diversos grupúsculos de «piratas», «apaches» y demás, cuyos nombres dicen mucho de su carácter. Especialmente conocido, sin embargo, es el movimiento de oposición militar, liderado por el conde Stauffenberg, que perpetró el atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944. En cualquier caso, en Alemania hubo mucha más resistencia de lo que se creía en el extranjero. Por eso, a Thomas Mann «se le saltaban las lágrimas» (como él mismo dijo) leyendo las «Hojas» de la Rosa Blanca: el Premio Nobel de Literatura veía en ellas un testimonio de que el nacionalsocialismo no había conseguido adormecer la conciencia de todos los alemanes.

José M. García Pelegrín, «La Rosa Blanca nos ha legado el testimonio de que en todas las épocas ha habido personas con la suficiente valentía de alzarse en pie»

– Muchos de esos movimientos continúan siendo prácticamente desconocidos fuera de Alemania…
Pero es que muchos de ellos ni siquiera se conocen en Alemania. ¿Quién sabe hoy en día que durante los doce años del nacionalsocialismo (1933–1945) más de 130.000 alemanes fueron asesinados por el régimen y que unos 180.000 fueron encarcelados o confinados en campos de concentración, que más de un millón de personas sufrieron interrogatorios y torturas por parte de la Gestapo? Con eso no quiero decir que no se haga nada: sobre la Rosa Blanca siguen publicándose aún hoy en día muchos libros; también hay Institutos de investigación, etc. Pero faltan obras de divulgación. Me gustaría escribir, por ejemplo, un libro similar al de la Rosa Blanca sobre Wilm Hosenfeld, el oficial alemán que salvó la vida al pianista Wladimir Szpilman; recientemente se han publicado las cartas que envió a su familia desde Varsovia durante la guerra y las anotaciones de sus diarios que se consiguieron salvar. Los paralelismos con la Rosa Blanca, y en particular con el pensamiento de Sophie Scholl, son sorprendentes: a algunos de ellos me refiero en La Rosa Blanca.

– ¿Qué lección puede aprender un joven de hoy de aquellos jóvenes de la Rosa Blanca?
Esa misma pregunta se la hice a la hermana de Willi Graf, Anneliese Knoop-Graf, el pasado verano. Además de ser una testigo de excepción -pasó medio año en la misma celda que Sophie Scholl, con su misma compañera de celda y siendo interrogada por el mismo funcionario de la Gestapo-, se ha pasado toda su vida trasmitiendo ese mensaje en conferencias y sobre todo en las escuelas. Me respondió, a manera de resumen: «Mostraron que en todo momento hay personas que, con los medios a su alcance, están dispuestas a luchar contra el mal, por decirlo en términos teológicos, aun a costa de ponerse en peligro, de fracasar o incluso de perder sus vidas. La Rosa Blanca nos ha legado el testimonio de que en todas las épocas ha habido personas con la suficiente valentía de alzarse en pie. Esto es lo duradero de su mensaje». Pienso que también hoy, en una sociedad aparentemente tan distinta, pero en la que estamos sometidos a otros dictados como el de lo «políticamente correcto», también son necesarias muchas personas con firmes convicciones y con la suficiente valentía para defenderlas cueste lo que cueste.

– Una curiosidad, para terminar: ¿de dónde procede el nombre de Rosa Blanca?
Al respecto, hay diferentes teorías; pero a los lectores españoles les agradará saber lo que respondió Hans Scholl, en un interrogatorio de la Gestapo, el 20 de febrero de 1943: «Lo elegimos al azar, porque sonaba bien; puede ser que se me ocurriera porque acababa de leer el romancero español de Clemens Brentano, que tiene por título La Rosa Blanca«.

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