Magnolia: Desechos humanos

Paul Thomas Anderson realiza en Mag­nolia un irregular y por momentos brillante puzzle de desechos humanos, que recuerda la estética de los videoclips. En la psicodélica y ácida bañera de Anderson flotan durante tres horas los restos estereotipados de un naufragio: sexo, procacidad, desamor, alcohol y drogas, sentimientos de culpas no redimidas. Mejorando el guión (nominado al Os­car), quitando 90 minutos, y usando una mirada más profunda para conceptos morales grandiosos (contrición, perdón, metanoia), estaríamos ante una buena película.

Y es que Anderson es un director complejo. Ya lo demostró en una película como Boogie Nights, que se adentra en el cine pornográfico, y en Sidney, denso retrato de los ambientes del juego. En este caso, se centra en una historia coral, al estilo de títulos recientes como Jugando con el corazón o American Beauty, con una estructura y planteamiento parecido a Magnolia.

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Magnífica -y hueca- la secuencia en la que todos cantan Save me (nominada a mejor canción). La historia del policía y la chica adicta a la cocaína da para hacer un peliculón. Excesivo el peso de Cruise (nominado al Oscar a mejor actor secundario).

Sinopsis

Earl Partridge, un anciano que está a punto de morir en un hospital, le pide a su enfermero que busque al hijo que abandonó hace muchos años. Su joven esposa, que solo lo quería por su dinero, se choca con la realidad y muestra claramente su enfado. Frank Mackey, un joven gurú televisivo experto en la seducción masculina, ha creado un pasado falso para su vida. Pero, ¿cuánto tiempo podrá mantener la máscara? Todas estas vidas se entrecruzan a lo largo de un día como otro cualquiera bajo el sol de California.

Ficha Técnica

  • FotografíaRobert Elswit
  • Montaje: Dylan Tichenor
  • Música: Jon Brion
  • Duración: 188 min.
  • Público adecuado: +18 años (VX)
  • Distribuidora: Aurum
  • EE.UU., 1999
  • Estreno: 3.3.2000
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