Timecode: Y entonces…

· La cinta conecta con nuestra ansia de felicidad y belleza frustrada por la sordidez de los ambientes en que nos vemos atrapados, de horarios exhaustivos, vestimentas uniformadoras y códigos maquinales.

Lugares impersonales, de paso, casi incompatibles con la vida humana. Como este garaje donde alternan sus jornadas de doce horas Luna y Diego, viéndose tan solo en el instante justo para decir, como la luna al sol y viceversa, ‘Buenos días, buenas noches, ¿cómo ha ido todo?’.

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Escribir sobre un cortometraje es actividad de riesgo. Resulta tarea de funambulista dar pistas argumentales y bordear el spoiler, y en esta revista no nos gusta revelar la trama de las películas.

El tándem Juanjo Giménez Peña y Arturo Méndiz es una pieza única, una perla bellísima de arquitectura compleja en su pura simplicidad que ha cautivado a la crítica por todos los festivales por los que ha pasado, sobre todo desde que ganó la Palma de Oro en Cannes. Tras alzarse con el Goya al mejor cortometraje, ha acariciado la estatuilla dorada de los Oscar.

Timecode conecta con nuestra ansia de felicidad y belleza frustrada por la sordidez de los ambientes en que nos vemos atrapados, de horarios exhaustivos, vestimentas uniformadoras y códigos maquinales; y también con el deseo de armarnos de valor y mandarlo todo muy lejos. Alguien dijo que una historia se puede resumir en «chico conoce a chica y entonces…». Aquí también sucede pero de qué manera insólita.

En ese búnker propio de una era nuclear, rota toda esperanza, peor aún, sin esperar que sea posible esperar, ocurre «algo» que no es poco. Algo secreto que rompe el «todo en orden» que Luna y Diego se dicen en sus breves encuentros. Algo indeseable que debería ser registrado como una incidencia. La naturaleza necesita poco para abrirse paso en medio del desastre.

Dice Méndiz que Juanjo Giménez le dijo: «esto no se ha hecho nunca». Ciertamente, a partir de aquí empiezan a suceder cosas que no han pasado nunca, ni en la vida ni en el cine, y que tienen que ver con guardar secretos, con encontrar a alguien como tú y con narrativas originales que se apoyan en el lenguaje del ‘post it’, de los códigos de visionado -la cámara dentro de la cámara-, de la expresión corporal intensa y liberadora, engarzadas en una trama en la que abundan los silencios y las inteligentes elipsis.

Si este corto debe mucho al guion, a la dirección y la producción, no debe menos a la interpretación de Lali Ayguadé y Nicolas Ricchini, bailarines y coreógrafos conocidos y reconocidos en el ámbito nacional e internacional -ella catalana y él filipino, aunque creció en Francia- que, pese a ser noveles en la interpretación actoral, bordan unas actuaciones naturales, parcas, verosímiles que son parte de la enorme sorpresa.

Timecode trata del amor, desde luego, pero no solo. Hay un montón de lecturas, de capas de nácar que rodean el corazón de esta perla: la crítica a los ambientes laborales deshumanizadores, la incomunicación de nuestra sociedad, la necesidad de huir de estructuras cerradas, de romper muros, la integración, etc. Y todo con exquisita sensibilidad y sutileza, y sin perder el sentido del humor.

Entrevista a Arturo Méndiz, productor de Timecode.

Ficha Técnica

  • Fotografía: Pere Pueyo
  • Montaje: Silvia Cervantes
  • Música: Ivan Cester
  • Duración: 15 min.
  • Público adecuado: +12 años
  • Distribuidora: Marvin&Wayne (disponible en VOD en Movistar y Filmin)
  • España, 2016
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