Mi otro yo

Mi otro yo: A la deriva

Mi otro yo. Hace mucho tiempo que sigo la filmografía de Isabel Coixet. Sus primeras películas me atraparon. Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras me parecieron sencillamente deliciosas. Comunicaban un mundo muy especial, con cierta carga de profundidad y un estilo muy personal y humano, con ese toque peculiar de humor y esperanza, tan característico de su etapa inicial.

Luego, Coixet se «comercializó» (algo que había prometido no hacer) con las películas Elegy y Mapa de los sonidos de Tokio. Fue una mala elección que inició un declive: la realizadora catalana perdió la riqueza de su toque personal y tanto el público como la crítica le pasaron factura. Desde entonces, no levanta cabeza, ni siquiera con Ayer no termina nunca, un intentó por volver a su ciclo inicial.

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Ahora, quizá con la idea de reencontrar al público se aventura por el thriller psicológico. Es una pena, pero Coixet va a la deriva.

Esta vez hace una adaptación de la novela homónima de la escritora inglesa Cathy MacPhail, una historia de suspense para adolescentes, nuevo público al que Coixet pretende atraer. La protagonista Fay (Sophie Turner, Juego de Tronos) es una chica a punto de abandonar la adolescencia, que vive con un padre enfermo terminal y una madre que sufre ante la situación y tiene sus vías personales de escape. De repente, Fay percibe que quizá exista una doble que la intenta suplantar en algunas ocasiones.

Coixet no se aclara con el guión, poco estructurado y mal desarrollado. Demasiadas preguntas sin resolver, tramas secundarias ridículas, con un efectismo pedante y superficial (valga, como de botón de muestra, la función de la madre y su amante delante de la ventana de su marido). Por otra parte, la reiteración forzada de una iconografía tópica (columpios vacíos en movimiento, ascensores y escaleras siniestross) resuulta contraproducente, impropia de una directora tan veterana, que se muestra con una insegura novata en un género para el que parece no estar dotada.

Como siempre, el envoltorio es bueno. Coixet se ocupa de la fotografía (como lo viene haciendo desde Mi vida sin mí) y se reafirma en su estilo que a unos encanta y a otros empalaga, con planos iluminados por su colaborador habitual Jean Claude Larrieu). Suena muy bien la música, con un bonito tema “You Haunt Me” de Richard Hawley).

Los temas recurrentes de Coixet siguen ahí: la enfermedad,  la soledad, la falta de comunicación, el amor complejo y trágico. Y también repite Leonor Watling.

Por mi parte, seguiré esperando que vuelva la mejor Coixet. Quizás con un drama intimista, el género en el que se mueve con seguridad y eficacia.