El asedio de Silverton

El cine sudafricano es un cine con un fuerte componente político y reivindicativo a pesar de que en ocasiones este carácter se disfraza de otra cosa. Quizás el ejemplo más paradigmático sea District 9 (2009), de Neill Blomkamp, donde tras una película de ciencia ficción en su variante invasión alienígena se nos habla de racismo y xenofobia. También es el caso de esta producción de Netflix, donde con la apariencia de una película de atracos se hace un acercamiento a la convulsa historia del país y al retrato de su sociedad.

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El director Madla Dube nos lleva a la Sudáfrica de los años ochenta y lo hace a través de un hecho real. El allanamiento de un banco, por parte de un grupo de liberación, fue un acontecimiento que tuvo una gran repercusión a nivel político en el país y en la lucha contra el apartheid.

Con El asedio de Silverton, Dube se embarca en lo que es su segundo largometraje de la trilogía “Leyendas de la libertad”, con la que el director pretende mostrar los esfuerzos de Sudáfrica por convertirse en una democracia multicultural. Iniciada con Kalushi (2016), también protagonizada por Thabo Rametsi -otra historia real de un joven que se une al movimiento de liberación-, Dube tiene previsto culminar dicha trilogía con una última película en la que abordará el juicio de Mandela.

El asedio de Silverton transcurre casi en su totalidad en el interior de un banco y, aunque el director sabe sacar partido de sus escasas localizaciones, sin embargo es más interesante como instantánea de una época y de una sociedad que como thriller, pues a la trama le falta algo de complejidad que aumente la incertidumbre y se echa en falta algo de más vistosidad en la acción.

Madla Dube ha trabajado como asistente de cámara en Hollywood, en películas como Hombres de negro II (2002) o The Italian Job (2003), a pesar de lo cual en este su segundo largometraje no abusa de la cámara ni del montaje. Mantiene una caligrafía limpia sin cargar las tintas en ningún momento, con un guion que no es muy original pues ya hemos visto en muchas ocasiones las tensas relaciones de los atracadores con los negociadores. Lo interesante aquí es el abanico de caracteres, el factor humano que compone una pléyade de rehenes variopintos que representan a los diferentes tipos de la Sudáfrica de finales del siglo XX. Y el mayor logro es que en el guion de Sabelo Mgidi están muy matizados los personajes, y es lo suficientemente inteligente para no hacer una película de negros buenos y blancos malos.