Moneyball: Rompiendo las reglas: Perder y ganar
Moneyball: Rompiendo las reglas | “No sé cómo puede haber gente que no se entusiasme con este deporte”, dice Billy Beane (Brad Pitt), el director deportivo (allí se llama más bien manager), de los Oakland’s Athletics, uno de los equipos de béisbol de EE.UU. que tuvo que competir en primera línea de batalla con un presupuesto mínimo. Esta historia real se enmarca dentro de las últimas grandes películas de cine deportivo inglés y norteamericano. Moneyball: Rompiendo las reglas, al igual que The blind side o The Damned United, y en cierta medida también Million dollar baby, aprovecha el deporte como metáfora dejando la competición en un lugar secundario. El problema es que el béisbol es un deporte que entusiasma únicamente a los norteamericanos, de ahí la frase de Billy Beane. Pues bien, esta película consigue el milagro de que cualquier espectador incapaz de ver un partido de béisbol enmudezca ante la épica y el alma de este deporte que ya ha sido protagonista de otras obras maestras como El orgullo de los yankis, de Howard Hawks, o Campos de sueños, de Phil Alden Robinson.
Hay una escena de la película que define el impacto de la historia. En medio del silencio (en la cinta hay mucho y muy inteligentemente utilizado), un golpeo fuerte de la bola suena con la contundencia del Big Bang, entonces Brad Pitt reacciona ante ese sonido con un gesto de ésos que hacen inmortal a un actor. Sonido, actor, guión, puesta en escena, historia. Las cinco claves que hacen que esta orquesta suene a la perfección.
Y es que entre los músicos está el mejor guionista de Hollywood: Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca, Algunos hombres buenos, La red social) y un escritor de grandes momentos, Steven Zaillian (En busca de Bobby Fischer, La lista de Schindler). Ambos le dan a la película un tono peligrosamente contemplativo, arriesgadísimo en un género al que el espectador exige ritmo trepidante. Pero los diálogos son inteligentes, vivos e ingeniosos, definen a la perfección a la pareja protagonista y utilizan con acierto a personajes secundarios que hacen una importante función de contratuerca (lo de Philip Seymour Hoffman, una vez más, es admirable: un ejemplo de cómo ponerse al servicio de la película y no al revés; cosa llamativa en un actor tan extraordinariamente bueno. Quizás es uno de los motivos de su grandeza).
El tempo lento de la película funciona entre otras cosas porque Bennett Miller (Truman Capote) sabe dónde poner la cámara para que hable por sí misma. Mychael Danna (El dulce porvenir, La tormenta de hielo) hace un ejercicio muy inteligente de intensidad musical milimétrica, que no asume toda la capacidad emocional de la escena sino que sabe acompañar al resto de la orquesta.
Sólo hay un momento en que la canción The show, interpretada por Kerris Dorsey (la niña que canta y borda el papel de la hija del protagonista), ocupa un papel principal dando profundidad y perspectiva a la historia. La estrofa final de la canción, junto con la cita que abre la película, es un gran ejemplo de cómo se puede abrir y cerrar el telón de una gran historia.
La fotografía de Wally Pfister (el imprescindible colaborador de toda la filmografía de los hermanos Nolan) sabe jugar con la riqueza de los colores vivos de un estadio de fútbol y logra transmitir la magia del deporte en vivo. La edición de sonido también ayuda a enmarcar la afición por este deporte con el sonido de los vestuarios (“Así suena la derrota”, dice el protagonista en una clarificadora frase), del público que se queja, estalla de emoción, calla con el eco del Big Bang, de la radio que Billy enciende y apaga compulsivamente.
Mención aparte merece la selección de Jonah Hill, un actor secundario de comedia zafia (Supersalidos, Hazme reír) que aquí no sólo aguanta el plano a Brad Pitt, sino que modula y hace atractivo un personaje que podía resultar odiosamente pedante. Aspira al Oscar.
El único peligro de la película es que la gente busque en ella lo que no hay, una cinta convencional de competición deportiva en la que el centro de la historia sea una bola de béisbol, y se encuentre con una historia en la que apenas se ve dicha bola ya que lo principal son personajes reales en medio de un dilema muy actual: el deporte como arte o como negocio, la vida como una suma de dígitos o como la búsqueda de algo que no te vendan en los supermercados. Por ahora, la película perdió 0-4 en los Globos y en los Oscar tiene 6 opciones. Pero, hay veces, que se gana perdiendo.
Ficha Técnica
- Dirección: Bennett Miller,
- Guion: Steven Zaillian, Aaron Sorkin,
- Intérpretes: Chris Pratt, Brad Pitt, Philip Seymour Hoffman, Robin Wright, Jonah Hill, Kerris Dorsey,
- Fotografía: Wally Pfister
- Montaje: Christopher Tellefsen
- Música: Mychael Danna
- País: EE.UU.
- Duración: 133 m.
- Público adecuado: +12 años
- Distribuidora: Sony
- Estreno: 3.2.2012
Moneyball, 2011