Titanic (1997), de James Cameron (parte 2): El hallazgo del Titanic y el origen de la idea
Ballard estaba fascinado por lo que veía. La popa, clavada en el fango, estaba muy dañada y a unos 600 metros del resto de la nave, que se había depositado suavemente sobre un banco arenoso y permanecía en buen estado.
Encontrar los restos del Titanic parecía una tarea totalmente descabellada. Algunos suponían que la corriente lo habría aplastado; otros, que estaba hundido a demasiada profundidad; y la mayoría que, en cualquier caso, resultaba imposible localizarlo.
Nunca se había podido determinar el lugar del accidente; y solo había el dato incierto de que ocurrió a unos 380 km. de las costas de Terranova. El primer intento de búsqueda, proyectado en 1963, había fracasado antes de su puesta en práctica por falta de recursos. A partir de 4.000 metros de profundidad solo es posible trabajar con submarinos de un tipo especial, y esto hacía de la investigación una empresa demasiado costosa para cualquiera.
Un aventurero de los fondos marinos
En 1980 Robert Ballard, una especie de Schliemann del fondo del mar, había convencido a la Armada estadounidense para desarrollar un programa de investigación submarina conjuntamente con él. Ellos financiarían la búsqueda del Titanic, y él llevaría a cabo, en paralelo, un reconocimiento del naufragio del USS Scorpion, un submarino nuclear que se había hundido en las proximidades. Mientras tanto, en los veranos de 1980 y 1981 un millonario filántropo, Jack Grimm, había financiado otras dos expediciones para tratar de hallar los restos del naufragio con un sónar lateral que permitía identificar objetos bajo el agua. Todo había sido inútil.
Por fin, en el verano de 1985 Ballard llevó a cabo la investigación que finalmente encontraría el navío. La expedición se inició el 5 de julio. Para reducir la amplia zona rastreada por Grimm, Ballard estudió las posiciones relativas de los barcos que habían oído el S.O.S. del Titanic, la deriva del barco tras la colisión con el iceberg y la posición de los botes al ser avistados a la mañana siguiente. Con un campo más determinado que el de su predecesor, Ballard inició la búsqueda a bordo del barco francés Le Suroit, y empleó también un sónar de avanzada tecnología con barrido lateral. Pero sus esfuerzos resultaron baldíos. Cuando el 22 de agosto finalizó el contrato con el barco, Le Suroit había cubierto las tres cuartas partes de la zona y no había hallado nada. Ballard se trasladó entonces al Knorr, un barco del Woods Hole Oceanographic Institute que poseía un sumergible dirigido a distancia -el Argo-, especialmente diseñado para aguas muy profundas. Abandonó entonces el rastreo por sónar en favor de una exploración visual: las cámaras instaladas en el submarino rastrearon y monitorizaron el fondo oceánico las 24 horas del día. Pocos días antes de que venciera el contrato del segundo barco, el rastreo de la zona delimitada quedó completado. Ballard no se desesperó. Amplió el campo de búsqueda hacia el este y trató de elevar la moral de todos…
El 1 de septiembre, como en los días anteriores, en los monitores solo se apreciaba el mismo y monótono fondo marino. Justo después de la medianoche, Ballard decidió irse a dormir un rato. Realmente lo necesitaba. Pero una hora después alguien lo despertó. En las pantallas se veían ahora erosiones en el fondo, algo así como pequeños cráteres que parecían ser resultado de un impacto. Poco después aparecieron diversos objetos de metal, que ya solo podían ser parte de un barco hundido, y Ballard decidió despertar al resto del equipo. Finalmente, apareció en el visor una caldera, y poco después el propio casco. ¡Habían encontrado el Titanic!
Imágenes de una leyenda
Durante los días siguientes, el sumergible Argo dio vueltas y vueltas alrededor de esos restos. Ballard estaba fascinado por lo que veía. La popa, clavada en el fango, estaba muy dañada y a unos 600 metros del resto de la nave, que se había depositado suavemente sobre un banco arenoso y permanecía en buen estado. Se confirmaba así la teoría de que el buque se había partido en dos antes de hundirse. En cuatro días, Argo tomó cerca de 20.000 fotografías: pálidas imágenes de calderas, motores, planchas de acero, vajilla y zapatos esparcidos por el suelo. No hubo tiempo para más, porque otras misiones científicas estaban esperando al Knorr, y Ballard recogió todo mientras pensaba ya en su segunda expedición. Dio a conocer el descubrimiento, pero mantuvo en secreto su localización exacta para evitar que alguien pudiera reclamar objetos del barco; consideraba el lugar como un cementerio, y no quería que nadie lo profanara.
En julio de 1986, Ballard regresó para hacer el primer estudio detallado del hundimiento. Esta vez se trajo el Alvin, un sumergible de aguas profundas que podía albergar a una pequeña tripulación: él y dos de sus hombres descendieron hasta las mismas escotillas del Titanic. Al sumergible habían acoplado el Jason Junior, un pequeño vehículo de control remoto que podía levantar hasta 100 kg. y pasar a través de pequeñas aberturas, lo cual permitía investigar y tomar imágenes en el interior del barco. A lo largo de once descensos de 4 horas de duración, Ballard y su equipo tomaron miles de fotografías y decenas de cintas de vídeo. Con todo ello se hizo luego un documental de National Geographic, Secrets of the Titanic (1987), que narraba la construcción, botadura, hundimiento y posterior hallazgo del buque.
El cineasta canadiense James Cameron lo vio ensimismado el mismo día de su estreno en televisión, e inmediatamente formuló el propósito de hacer una película sobre el asunto. Pocas semanas después ya había reunido bastante información sobre lo que aconteció en aquella noche funesta.
Titanic (1997), de James Cameron (parte 1)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 3)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 4)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 5)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 6)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 7)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 8)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 9)
Titanic (1997), de James Cameron (parte 10)
Suscríbete a la revista FilaSiete